¿Quién dijo que la contactología ya no daba para más? Ahora que muchos jóvenes y no tan jóvenes se someten con éxito a las técnicas de cirugía refractiva, sobre todo LASIK, y se reducen los usuarios de lentes de contacto (LC) en la población adulta, el objetivo se dirige a otros dos segmentos de población en los que todavía hay mucho por hacer: los présbitas y los niños. En el campo de la presbicia se ha avanzado mucho y se está pendiente de que las mejoras técnicas proporcionen la LC que resuelva con éxito todos los problemas del présbita. En la contactología pediátrica, los problemas técnicos están resueltos, pero falta por resolver un problema no menos importante: La aceptación e implicación familiar de los padres y tutores. Los fabricantes saben que la clave para resolverlo está en una buena campaña de marketing y, sobre todo, en los profesionales oftalmólogos. La cuestión es si debemos o no implicarnos en ello. Por ello desearía que, después de repasar los «pros» y los «contras», estas líneas sirvieran para realizar una reflexión seria y sensata, y que cada uno posteriormente decida qué hacer ante lo que se le viene encima.
Aproximadamente, uno de cada siete niños de entre 5 y 15 años requiere una corrección visual, aumentando a uno de cada cinco en los jóvenes entre 16 y 25 años. Son, por tanto, muchos los niños, adolescentes y jóvenes que pueden beneficiarse de la corrección con LC. En los jóvenes no tenemos dudas y el beneficio ha sido suficientemente probado, en los adolescentes puede que se nos presenten, pero en los niños tenemos todas las dudas, sin duda alguna. Porque, al margen de algunas anomalías como la anisometropía, la afaquia, etc., en las que son quizás la única opción, ¿por qué adaptar LC en niños?
Se han esgrimido múltiples razones aparte de la mejor calidad óptica de la visión, señalándose que las LC proporcionan mayor confianza en sí mismo, mayor disposición a portar la corrección óptica necesaria, más posibilidades de participar en actividades sin temor a perder, dañar o romper las gafas, etc.
Si el error refractivo es una hipermetropía superior a +3,00 D (5% de los niños) la corrección es necesaria para reducir la posibilidad de un estrabismo convergente o para controlarlo si ya existe. La graduación positiva hace que la gafa sea pesada, incómoda y restrinja la visión periférica. Esto último también ocurre en los miopes portadores de gafas. Tanto en unos como en otros, pueden producirse efectos prismáticos indeseables en la visión periférica con los consecuentes síntomas astenópicos, fatiga visual y cefaleas. Como las LC permanecen en el centro de la córnea cuando se mueven los ojos, los efectos prismáticos desaparecen. Así, en miopes e hipermétropes, sobre todo si existe anisometropía, las LC pueden favorecer una mayor integración de la visión periférica y central.
La mayor incidencia de las anomalías de la binocularidad en los niños debe también hacernos pensar. Siempre se ha dicho que la falta de una precisión extrema en la refracción y en la corrección óptica privará al estrábico del recurso terapéutico más básico; y, también se sabe que sólo una hora al día sin corrección visual puede tener un efecto pernicioso en el desarrollo de la visión binocular. Como los niños son reacios a las gafas, dado que las endodesviaciones y las altas demandas acomodativas son frecuentes en ellos, si se tiene en cuenta que las LC producen un menor tamaño de la imagen retiniana con un menor estímulo para la convergencia, se infiere que las LC pueden ser más interesantes que las gafas a la hora de mejorar la binocularidad. Además, la mayoría de las veces en los ambliopes es indispensable recurrir a la oclusión que siempre supone un rechazo, mientras que una LC muy positiva o con pupila opaca puede surtir el mismo efecto y ser una alternativa al parche.
El uso de LC en niños de edad escolar puede ser favorable desde el punto de vista psicológico y de aceptación social por parte de los compañeros. En los niños con defectos refractivos altos, además de las ventajas ópticas asociadas al uso de LC con respecto a las gafas, pueden mejorar su autoestima y la integración en el medio escolar, permitiendo a los niños participar en actividades deportivas, aumentar la autoestima y mejorar el rendimiento.
Cada vez va a ser más frecuente la pregunta ¿a qué edad se le pueden poner LC al niño? Hasta ahora la gran mayoría de los profesionales en España se decantaba por el «cuanto más tarde mejor». Aún así, el promedio de edad para la primera adaptación se sitúa en torno a los 14-15 años. Pero esto está cambiando hacia una tendencia que tiene más en cuenta la madurez del niño que su edad. Si un niño comprende la higiene necesaria para el cuidado de las LC y los riesgos que conlleva, puede considerarse un buen candidato. Teniendo en cuenta que la mayoría de las miopías simples comienzan en torno a los 8 ó 9 años, que los astigmáticos e hipermétropes suelen corregirse por primera vez en torno a los 5-6 años cuando comienza la escolaridad, y que la mayoría de ellos comienza a mostrar interés por las LC a los 10-11 años relacionando su deseo con la práctica del deporte, hay que estar preparados para dar una respuesta, que como se ha dicho debe ser ponderada, valorando cada caso, pero sabiendo que la contactología moderna tiene capacidad para solucionar todos los casos más frecuentes en esas edades.
Recientemente se han llevado a cabo dos estudios (1,2) sobre el uso de LC en los niños. Ambos han puesto de manifiesto que después de seis meses de uso de LC, el 85% conocía los objetivos de los sistemas de limpieza, el 90% consideraba necesaria la limpieza diaria, el 96% comprendía la desinfección y el 99% confiaba en su habilidad para cuidar las LC. Concluyeron que los niños tienen facilidad para mantener buenos hábitos y ser buenos cuidadores de sus LC.
La otra cuestión importante que compete únicamente al profesional es ¿qué lente adaptar?
Las LC blandas de hidrogel convencional con baja transmisibilidad a los gases no parecen aconsejables como lentes de primera elección, porque si llevan las lentes en porte diario pueden desarrollarse neovasos y otras alteraciones derivadas de la hipoxia que hagan imposible el porte de LC en la edad adulta. Las LC blandas de reemplazo frecuente pueden presentar problemas similares.
Las LC rígidas permeables a los gases son de primera elección para muchos profesionales que adaptan LC a niños, principalmente por proporcionar buena salud visual, al tener buena transmisibilidad, bajo riesgo para el desarrollo de neovasos y de queratitis microbianas. Su principal inconveniente es la incomodidad inicial.
Las LC de reemplazo diario son más costosas, pero presentan menor riesgo infecciones serias si se comparan con las LC blandas reutilizables (3). No necesitan kits de limpieza y suele haber mejor cumplimiento. Además, parecen ideales cuando lo que se pretende es un uso ocasional, como puede ser la práctica de un deporte.
Finalmente, las LC de hidrogeles de silicona son también una excelente opción por su gran transmisibilidad al oxígeno, pareciendo las más recomendables para aquellos que desean hacer uso diario durante todo el día. Estudios recientes (1,4) con LC de hidrogel de silicona de segunda generación revelan un alto nivel de satisfacción entre los usuarios de 8 a 17 años.
El éxito de la adaptación de LC en niños, preadolescentes y adolescentes dependerá mucho de la predisposición que tenga el profesional ante este grupo de población, del tiempo que se disponga para ello que no es mucho más que el habitual de cualquier adaptación, y de cómo se le sepa explicar a los padres y al propio niño. Lo que quizás no se deba hacer nunca es «tabula rasa», es decir, ofrecer la adaptación antes de que sea solicitada, salvo en aquellos casos en los que el uso de las LC sea la solución más adecuada.
BIBLIOGRAFÍA
Manuel Parafita Mato
Profesor Titular de Oftalmología
Universidad de Santiago de Compostela