El profesor Manuel Parafita Mato me ha invitado a escribir un editorial para el primer número que se publica bajo su dirección. Considerándolo un honor, y por el aprecio que le tengo, como profesional y amigo, he aceptado su invitación y me puse a pensar qué tema sería el más oportuno.
Para empezar, yo no soy contactólogo, ni oftalmólogo, ni optometrista, soy un químico que he dedicado cuarenta años de mi vida profesional a la investigación sobre los materiales sintéticos para usos biomédicos, principalmente relacionada con la oftalmología. Entre mis intereses incluyo el desarrollo de materiales para lentes de contacto y estudios sobre su biocompatibilidad, sobre las propiedades fisicoquímicas y fisiológicas, así como sobre los mecanismos mediante los que estas lentes pueden favorecer la aparición de procesos infecciosos. Químicos han sido y siguen siendo los inventores de los materiales usados en las lentes de contacto, pero el largo y costoso proceso para el desarrollo de las diversas generaciones de lentes de contacto se debe al esfuerzo de muchos profesionales expertos en diversas disciplinas, entre otros, físicos, ingenieros, ópticos, optometristas y oftalmólogos. La mayor contribución tanto de los oftalmólogos como de los optometristas ha sido, fundamentalmente, en la fase de investigación clínica necesaria antes de que las lentes sean sometidas a la aprobación por la FDA (Food and Drugs Administratión de los EEUU). La segunda fase de investigación clínica, con lentes ya comercializadas, son los numerosos estudios clínicos a corto y largo plazo, publicados en revistas profesionales, tal como ésta, que describen tolerancia de las lentes bajo diversas formas de uso y sus posibles complicaciones. En fin, la colaboración interdisciplinar, químicos, físicos, ingenieros, ópticos, optometristas y oftalmólogos, ha sido y sigue esencial para el progreso de la contactología, que debe ser uno de los objetivos de esta revista.
En la tolerancia de las lentes de contacto influyen varias condiciones atmosféricas, tales como son la sequedad o humedad ambiental, la temperatura, el viento, la contaminación y la presión atmosférica. Aquí quiero comentar solamente sobre la primera y la última de estas condiciones, la sequedad o humedad y la presión atmosférica, específicamente en España la humedad relativa, que se determina con un higrómetro, es una de las expresiones que se usan más comúnmente para medir el nivel de humedad en el aire. La humedad relativa se define como el porcentaje de vapor de agua en el aire con relación a la máxima capacidad (saturación) de vapor de agua a la misma temperatura. Por ejemplo, usando dos casos extremos, si la humedad relativa se aproxima al 100% el aire está muy húmedo, y si la humedad relativa se aproxima al 0%, el aire está muy seco. En España tenemos zonas de humedad relativa extremas, normalmente muy bajas, principalmente en verano, en la meseta central y partes de Andalucía y Extremadura, y húmedas en la periferia, normalmente muy alta, principalmente en invierno, en Galicia y en otros lugares de la costa. Aunque no tengo experiencia personal, supongo que si una persona adaptada, y contenta, con lentes de contacto en un clima húmedo como el de Santiago de Compostela, se muda a vivir en un clima seco como es el de Madrid, puede que no se encuentre tan cómoda con las lentes en su nuevo lugar de residencia. En condiciones de baja humedad la lágrima se evapora, y en el caso de las lentes de hidrogel se deshidratan. Aparte del efecto de la sequedad, el nivel de contaminación atmosférica en Madrid es mucho más alto que el de Santiago de Compostela.
La otra condición pertinente a la tolerancia de las lentes de contacto, que quiero comentar brevemente aquí, es la presión atmosférica y su relación con la fisiología corneal con lentes de contacto. Aunque la concentración de gases en el aire es constante, con 21% de oxígeno hasta unos 36.000 metros de altura, la presión parcial de los gases varía con la presión atmosférica. A nivel del mar la presión atmosférica normal es de una atmósfera (igual a la presión de una columna de mercurio de 760 mm de altura, 1 atm = 760 mmHg). En realidad tanto a nivel del mar como a diferentes altitudes la presión atmosférica no es constante, sino que varía entre altas y bajas presiones (usadas para predecir los vientos y las tormentas). En condiciones normales cuando la presión atmosférica es de 760 mmHg, significa que 760 mmHg es la suma de las presiones parciales de los gases que hay en el aire. La presión parcial del oxígeno a nivel del mar (159 mmHg) se calcula multiplicando la presión atmosférica por el porcentaje correspondiente al oxígeno (0.21). La fuerza que hace que el oxígeno pase desde el aire a través de una lente de contacto depende de la diferencia de la presión del oxígeno en ambos lados de la lente, más alta presión en la superficie de la lente y más baja entre lente y superficie corneal debido a la respiración celular. En el caso de España, la presión atmosférica varía entre la meseta y la periferia. La meseta está a unos 1.000 metros de altura respeto al nivel del mar, a cuya altura la presión atmosférica es aproximadamente unos 100 mmHg menor que a nivel del mar. Lo que resulta que la presión parcial de oxígeno en los alrededores de Madrid es de unos 135 mmHg, 25 mmHg menos que a nivel del mar.
Es posible que los efectos humedad y presión atmosférica en España sean poco significativos en la mayoría de los portadores de lentes de contacto, pero cuando deciden usar las lentes durante un viaje largo en avión el problema se agrava. La atmósfera en la cabina del avión es muy seca y está presurizada a un nivel equivalente a la presión atmosférica a unos 3.500 metros de altura (550 mmHg) con una presión parcial de oxígeno de 115 mmHg. En estas condiciones la sequedad en los ojos se puede tratar con lágrimas artificiales, pero la hipoxia corneal no.
Entiendo perfectamente que la tolerancia y adaptabilidad de lentes de contacto depende principalmente de factores diferentes a los considerados en este editorial, tal como factores propios del paciente, como la apertura palpebral y la calidad de parpadeo, y factores atribuibles al tipo de lente. No obstante, mi intención no es exagerar el grado de importancia de los factores ambientales, sino recordar al lector el posible efecto que puedan tener en la tolerancia de las lentes.
Miguel Fernández Refojo, D.Sc., PhD (h.c.)
Emeritus Senior Scientist
The Schepens Eye Research Institute
Associate Professor of Ophthalmology (Ret.)
Harvard Medical School